martes, 30 de abril de 2013

planilandia

En ese paraíso de papel que es la saga de Thursday Next, el gran Jasper Fforde describe Planilandia como la última idea genuinamente original en el mundo de la literatura. Ni quiero ni puedo rebatirle, y lo maravillosamente trágico del asunto es que Edwin A. Abbott escribió esa obra hace 129 años. Si lo primero que yo hubiera sabido de Planilandia es que es el título del último disco de Lori Meyers, probablemente nunca hubiera querido leerlo (efectivamente, en los registros de prejuiciosos gilipollas, me salgo de las tablas) pero afortunadamente no era el caso.

Planilandia me fascina, principalmente, porque es la primera novela que leo en mi vida que transcurre en un mundo fundamentalmente diferente al nuestro. Todos, absolutamente todos los libros que he leído en mi vida tenían algo en común: transcurrían en uno o varios escenarios, y todos ellos eran espacio. Eran espacio tridimensional. Con personajes tridimensionales. Todo en ellos era, al menos, mentalmente representable. Podría llegar a ser. Y de repente, un plano.

Planilandia es un reino (o mundo, o realidad) en el que sólo existen dos dimensiones, habitado por líneas rectas (mujeres), y polígonos y círculos (hombres) que coexisten en el mismo plano, tan vivos y tan reales como cualquier personaje de cualquier otro libro. El narrador y protagonista, un humilde cuadrado equilátero, convierte la primera mitad del libro en todo un tratado sorprendentemente exhaustivo y ameno sobre su mundo, sus leyes físicas, sus habitantes, su existencia plana y su sociedad atrofiada. Contundente en su clasismo y deliciosamente misógino, es imposible no encariñarse con un monstruo tan satírico, que nos respeta con loca devoción a nosotros, lectores, oh seres tridimensionales infinitamente superiores a él. Y sabe de nuestra existencia porque en la segunda mitad del libro (en la que, de hecho, empiezan a ocurrir cosas), al cuadrado le esperan una serie de viajes, algunos oníricos, otros reales, tan inesperados como la visita sorprendente y absurda que cambiará para siempre su percepción de su mundo, del nuestro y bueno, de la vida, el universo y todo lo demás.

He leído por ahí, que el libro puede resultar difícil de entender para cualquiera que no tenga unas mínimas nociones de matemáticas en general y de geometría en particular, pero lo que se dice en este libro es tan básico que si no lo entiendéis, amigos, creo que el problema es vuestro y no de vuestra formación. Sencillo, breve, brillante y multidimensional, Planilandia es un libro tan redondo (o tal vez debería decir "esférico") que casi hasta asusta. Y encima, si me apuras, aprendes.

"El tacto y la habilidad necesarios para eludir el aguijón de una mujer no bastan para completar la tarea de cerrarle la boca; y como la esposa no tiene absolutamente nada que decir, y absolutamente ninguna traba de ingenio, sentido común o conciencia que le impida decirlo, no pocos cínicos han llegado a asegurar que prefieren el peligro del aguijón inaudible y mortífero de la mujer a la firme sonoridad de su otro extremo."
Planilandia (Edwin A. Abbott) 

jueves, 11 de abril de 2013


Catorce años y medio.
Textos lacrimógenos sobre perros ya hay muchos en internet.
No des mucha guerra, Nero.

martes, 9 de abril de 2013

sirve cualquier cosa

Eres hija de artista, actúas, cantas y vas a sacar un disco. Y como además eres mona, quieres que tu cara sea el reclamo de la portada. Da igual que tu trabajo sea bueno, que tiene que entrar por el ojo. El problema es que creas que sirve cualquier cosa. Puedes intentar poner cara de seductora chabacana y parir una carátula digna de Britney Spears, o puedes hacer algo decente con un mínimo de estilo y buen gusto. Será más fácil si lo resumo con un par de ejemplos visuales. Ambos discos son más que decentes, pero...

Así no, señorita Laurent:



Así sí, señorita Auster: