lunes, 24 de junio de 2013

en conserva - there is no why

Hay cosas viejunas que escribí hace tiempo y que no me importaría rescatar, así esto no estará tan muerto. Como cuando colaboré, poniendo por escrito mis paranoias variadas, en unos cuantos números de la maravillosa Carpaccio Magazine, el proyecto de las chicas de Ubicuo Studio. A continuación, una sarta de idioteces relativamente inconexas que data de abril de 2009:


Es bueno ver documentales, porque luego puedes decir a los demás que, de hecho, ves documentales, que es algo que siempre te hace quedar bien. Unos meses atrás pude disfrutar, poco antes de que ganara el Oscar, de Man on wire, una cinta de James Marsh que trata sobre la locura del funambulista francés Philippe Petit, el hombre que tendió un cable entre las dos azoteas de las Torres Gemelas para luego caminar sobre él durante cuarenta y cinco minutos, a más de cuatrocientos metros sobre la calle. El proyecto requirió de mucha ayuda externa y seis años de planificación, y desde luego el héroe acabó en comisaría. Me gustó bastante la historia, pero la gente que arriesga su vida de esa manera siempre me ha dado mala espina.

En la lista de cosas que siempre me han dado mala espina, además de los artistas circenses, uno de los primeros puestos lo ocupan los gatos, y creo que si pudiera rastrear esa desconfianza (probablemente mutua) hasta su origen, encontraría al final del camino El libro de los por qué, del pedagogo y escritor para niños italiano Gianni Rodari. En su portada, un sonriente felino con interrogantes en lugar de ojos devoraba un libro con pasión, pero lo realmente inquietante estaba en el interior: un montón de preguntas, formuladas por niños, que el autor respondía de forma paciente pero no precisamente muy lógica. Y es que el tipo tenía inventiva, de eso no cabe la menor duda, pero también está claro que se le acababa rápidamente, pues tan pronto respondía una pregunta de la forma más imaginativa y descabellada posible, como a la siguiente recurría a aburridas y confusas explicaciones científicas que ningún niño podría entender y, en el peor de los casos, cuando se quedaba en blanco, se sacaba de la manga una cancioncilla sin pies ni cabeza, a ver si con suerte el lector no se daba cuenta de que, al terminar de recitarla, la cuestión no había sido respondida. En alguna ocasión llegaba a tachar de egoísta o antisocial al niño que formulaba la pregunta (¿que por qué tu madre tiene que ir a trabajar cada día? ¡deja de lloriquear y ponte a hacer los deberes, que aún todavía te quedarás sin cenar! ¿que te componga una canción sólo para ti? ¡vale, pero que luego no te extrañe si los demás niños pasan de ti!). Súmale a eso el hecho de que el escritor se las apañase para dejar claro a cada página, sin motivo aparente, su odio irracional hacia los proverbios y su desprecio por los asnos, y el resultado es un señor aparentemente bastante psicótico. En cualquier caso, resultaba bastante difícil encontrar una respuesta verdadera a la mayoría de las decenas de ‘por qué’ que poblaban el libro.

Pero incluso Bill Bryson, cuando intenta enseñar ciencia al mundo entero desde las páginas de su enorme libro (y digo enorme en todos los sentidos) titulado Una breve historia de casi todo, se encuentra en situaciones de las que sólo puede escapar con un 'porque sí'. Por muchos microscopios que se usen y muchos científicos que se consulten, hay cosas que no se pueden entender. Y si un británico no se ve capaz de explicar física cuántica para todos los públicos, tampoco vamos a negarle a un italiano su derecho a responder con una rima estúpida cuando un niño le pregunta por qué los mayores tienen siempre razón, aunque bien fácil que sería un simple "no, no siempre la tienen". John Lennon, por su parte, debió quedarse bien a gusto cuando escribió "semolina pilchard climbing up the Eiffel Tower". Le habían dicho que un profesor mandaba a sus alumnos analizar las letras de las canciones de los Beatles en busca de significados ocultos, así que compuso I am the walrus de manera que no hubiera absolutamente nada que descifrar. Después, dijo que no hay que tomárselo todo al pie de la letra, ni buscarle un significado, o un por qué. Creo que lo que yo quiero es reivindicar algo parecido, en cierto modo. Un crítico de cine, escribiendo sobre el documental del funambulista francés, se quejaba de que el director no hubiese aprovechado el simbolismo potencial de la hazaña. Resulta francamente difícil, al menos cuando no hay ningún simbolismo intencionado. En la propia cinta, un periodista le pregunta a Philippe Petit por qué lo hizo, por qué se jugó la vida de aquella manera. Y Petit simplemente responde: "there is no why".

Por lo visto hay personas que, cuando les preguntan "por qué", se descuelgan a cuatrocientos metros de altura, componen una cancioncilla para niños o se autoproclaman la morsa. Y ni se te ocurra buscar una razón para ello. Creo que ya ha quedado bastante claro.